NOTICIA Así son las pruebas de resistencia de los móviles de Huawei.

Frankvirogo

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Pantallas que se cuartean, cables que se pelan y retuercen, baterías que se hinchan… Los móviles son pura tecnología, pero diseñados por humanos y para humanos. Así que no esperamos que sobrevivan para siempre. Los golpes, los roces y el uso diario hacen que esta tecnología se desgaste y se maltrate. Pero ¿hasta qué punto? ¿Cómo sabemos que podemos confiar en todo eso que llevamos en el bolsillo? Pues Huawei tiene la respuesta: maltratándolo previamente en un laboratorio de pruebas de resistencia en Shenzhen (China). Para saber así hasta qué punto se puede forzar sus máquinas.

Y es que una cosa es diseñar un producto, y otra muy diferente construirlo. Los materiales utilizados, la forma en la que se ensamblan las piezas, la propia calidad del proceso de montaje… todo cuenta para disponer de un teléfono que tiene que aguantar unas cuantas caídas a lo largo de su vida útil. O la fuerza de nuestras posaderas en un bolsillo cada vez que nos sentamos. O incluso cuando queremos conectar el cargador a oscuras y lo hacemos al revés o forzando el mecanismo. En nuestra visita a estos laboratorios hemos sentido dolor y diversión al ver cómo la maquinaria maltrataba los prototipos y móviles desarrollados por la compañía China. Esto es todo lo que tiene que superar un móvil de Huawei para pasar a su producción en masa.
Golpes y caídas
El espacio donde se llevan a cabo estas pruebas de resistencia es un laboratorio repleto de máquinas de mayor y menor tamaño. Algunas de ellas simulan una especie de hormigonera o lavadora alargada, y otras son robots que repiten tareas de forma rítmica e hipnótica. Todo ello supervisado por un par de operarios que controlan que todas las pruebas sean medidas por los ordenadores a los que están conectados estos tests.

Paseando por los laboratorios de pruebas escuchamos el estruendo de la mencionada hormigonera. En ella se introducen los dispositivos junto a otros objetos y se pone a rotar durante 50 horas. Con ello simulan las situaciones que sufre un móvil en el contacto con otros objetos, como cuando se lleva en un bolso. O caídas de hasta un metro. Casi casi lo que cualquier usuario medio hace a un móvil…
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Justo enfrente de esta máquina un operario nos muestra las pruebas de resistencia de caída acelerada. Sí, un simpático robot que lanza un móvil contra todo tipo de superficies (granito, madera, etc.) por todos sus lados hasta dos veces. 20 caídas a cerca de 5 metros por segundo de velocidad han de resistir los móviles que pasan por ella. Esta prueba duele, pero ninguno de los periodistas que asistimos a la visita podíamos dejar de mirar cómo el móvil se estrellaba contra el suelo desde diferentes alturas. Así hasta desarmarse. Eso sí, el teléfono siempre funcionaba tras su recomposición.

Contorsionismo extremo
No mucho más lejos una extraña máquina presiona un peso que puede ir desde los 25 hasta los 100 kg contra un móvil situado en una hamaca una y otra vez. El tejido de esta hamaca es de un vaquero. Lo que se mide en esta prueba es la capacidad de doblado y presión que puede recibir el terminal contra una tela. Es decir, lo mismo que pasaría si llevásemos el móvil en un bolsillo. Claro que, en vez de usar a una persona haciendo más de 5.000 sentadillas, un brazo robótico hace todo el trabajo sucio.
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Tampoco pasa desapercibida la prueba de resistencia de torsión. Es otro de los puntos clave que debe resistir un terminal, sobre todo cuando se lleva en el bolsillo. Sujeto por los extremos superior e inferior, y como si se tratase de una máquina de tortura, se gira unos cuantos grados hacia uno y otro lado. Así hasta unas 10.000 veces, comprobando que ni la pantalla se rompe ni el terminal se dobla.

Botones y cables
Cambiando de pasillo, dentro de la misma sala de laboratorio, encontramos toda una sinfonía de ritmos. Pasamos a las pruebas de resistencia de pantalla, botones y cables. Todo un festival para las personas con TOC (trastorno obsesivo compulsivo). Y es que el ritmo, los movimientos compasados y la maquinaria hacen que se nos mueva algo en el interior. Es realmente hipnótico.

Para probar las pantallas un robot realiza unas cuantas miles de pulsaciones por todo el panel con una presión de 3 y 4 newtons. De esta manera determina si hay zonas que no funcionan como deberían. Y lo mismo sucede con los botones laterales y el sensor de huellas. Con un traqueteo rítmico, unos dedos robóticos pulsan miles de veces un mismo botón para comprobar que su funcionamiento no se desgasta y que el mecanismo sigue funcionando como debería.
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Algo similar sucede con los cables de los cargadores. En este apartado del laboratorio encontramos diferentes máquinas que miden tanto la resistencia del material del cable, como sus puertos. Unas simplemente bailan pivotando de lado a lado unas 5.000 veces con un peso muerto de 200 gramos para ver si el cable se quiebra y rompe cerca del cabezal. La zona más sensible. Otras máquinas, sin embargo, aplican hasta un kilogramo de presión al cabezal conectado al móvil para demostrar que el diseño es resistente. Y que el cargador o el puerto no se dañan ante cierta presión. Lo mismo sucede con la máquina que enchufa y desenchufa miles de veces el cargador al móvil. Trabajos repetitivos de los que se extraen muchos datos y que se archivan a través del ordenador.

Condiciones infrahumanas
En otra sala diferente, con máquinas grandes como frigoríficos, se testean otras capacidades de los móviles de Huawei. Y es que la fuerza del usuario no es lo único a lo que han de enfrentarse en la vida real. Las condiciones meteorológicas y situaciones adversas de temperatura, agua y polvo también se comprueban aquí.
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Cada ‘frigorífico’ de esta sala cuenta con una prueba aún más cruel que la anterior. En algunos de ellos podemos ver cómo los móviles soportan temperaturas que van desde los -40 hasta los 80 grados centígrados. Unas máquinas lo prueban con temperaturas constantes durante varios días. Otras comprueban el resultado tras variar la temperatura rápidamente en apenas unos cuantos minutos. Y lo mismo con la humedad. De esta manera se sabe hasta qué punto son capaces de resistir los móviles de Huawei.

En otra especie de cámaras frigoríficas también se llevan a cabo pruebas de resistencia para la pantalla a diferentes temperaturas. Así se aprecia si todos los píxeles están operativos y cuándo empiezan a fallar. También bajo calor prueban los cargadores de los móviles a los que acompañan. Demostrando así que son suficientemente resistentes ante cualquier situación cotidiana que pueda darse.

Supervisión robótica y humana
Estas son solo algunas de las tantas pruebas de resistencia que hemos podido ver de primera mano en el campus de Huawei en China. Sin embargo, las dos grandes salas estaban llenas de aparatos que incluso probaban la resistencia del material con el que están hechas las pantallas. O que elevan las temperaturas y la humedad a cotas insospechadas.
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Lo curioso es que son también máquinas las que ayudan a averiguar si todo este proceso de prueba ha funcionado. Grandes miscroscopios, escáneres y otros utensilios sirven para analizar los posibles daños que estas pruebas de resistencia causan a los componentes del móvil. Todo ello supervisado siempre por humanos, claro.

Si todo casa con lo esperado y con los estándares de calidad, el prototipo probado pasa a la cadena de montaje. Otro proceso laborioso y lleno de máquinas que hacen prácticamente todo automáticamente, llegando a generar más de 2.000 móviles en un solo día. Pero eso es otra historia.


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