– Un vendedor de seguros toca a la puerta y abre la dueña de la casa:
– “Buenas tardes, señora. Vengo a ofrecerle mis servicios como agente de seguros”.
– “No, gracias”.
– El vendedor insiste:
– “¡Anímese a comprar uno, por ejemplo, para su esposo! Así estaría usted más tranquila”.
– “¿Para mi marido? ¡Ni loca, no me conviene!”
– “¿No le conviene? ¿Por qué?”, cuestiona intrigado.
– “Imagínese, hace un tiempo compré uno para mi auto; poco después me lo chocaron y se incendió…”
– “¿Ah, sí? ¿Y después qué sucedió?”
– “¡Pues que la compañía de seguros en vez de darme el dinero, me dio otro auto igual!